miércoles, 20 de octubre de 2010

MISIONES. AMY CARMICHAEL

Su devoción por Dios comenzó a temprana edad. Entre sus muchas peticiones infantiles resaltaba: "Por favor, Dios, dame ojos azules." No le gustaban sus ojos cafés. Sin embargo, una de las primeras lecciones que Dios le enseñó fue: "´No´ también es una respuesta." Amy ignoraba que muchos años después sería aceptada en la India, entre otras cosas, por sus ojos marrones.

A los 24 años, partió a Japón, donde duró poco debido a una enfermedad. Se le sugirió trasladarse a un clima más benigno, como el de India, a donde llegó a los 29 años para ya nunca irse. En 1900, Amy se mudó a Dohnavur. Allí se enteró del tráfico de niños, por quienes lucharía incansablemente. Su tarea obtuvo frutos pues las leyes cambiaron y esta terrible práctica cesó. Más tarde, en 1931, Amy sufriría una caída que la dejaría en cama los últimos 20 años, pero aprovechó el tiempo para escribir poemas y libros que dieron la vuelta al mundo.

¿Y qué comprendía el tráfico de niños? En India se solía dedicar niños al templo, principalmente a niñas; este contrato impediría un casamiento común. La niña pertenecía a los dioses, volviéndose propiedad de los sacerdotes. Se le vestía como una novia, en representación de una boda, pero con el ídolo en lugar del novio. La mayoría de las veces, las niñas terminaban dedicadas a la prostitución.

La historia de Preena, una de sus primeras niñas rescatadas, puede mostrarnos la labor de Amy. A corta edad, Preena ingresó a un templo hindú cerca de Lago Grande, una región al sur de la India. Como su padre había muerto, la madre pensó ganar dinero a través de la venta de su hija al templo. A los cinco años, Preena escapó y regresó a su casa, pero su madre, presionada por las mujeres del templo, devolvió a su hija quien se ganó un tremendo castigo para no volver a incurrir en dicha falta: le quemaron las manos con hierros candentes.

Dos años después, Preena se enteró de que pronto la casarían con los dioses. El miedo la aterró y hasta pidió la muerte. Las mujeres del templo, para espantarla, le dijeron que si no obedecía, "Amma, la ladrona de niños" vendría por ella. Amma era otro nombre para Amy, y el efecto en Preena fue el contrario ya que prefería a la mujer ladrona que el matrimonio religioso.

Esa noche, Preena se encontraba en su dormitorio cuando la puerta se abrió. Jamás se dejaba sin vigilancia la sección donde dormían las niñas por temor a que huyeran, pero Preena, sin comprenderlo del todo, notó que nadie vigilaba la calle y corrió en dirección al puente que conducía a Pannaivilai. Sabía a dónde ir: a la iglesia cristiana.

Esperó pacientemente en el edificio hasta que Sierva de Jesús, una cristiana hindú, la descubrió. Sierva de Jesús adivinó que Preena escapaba del templo, así que la llevó a su casa para pasar la noche. Al otro día, Preena le rogó que la entregara a "Amma, la ladrona de niños", y Sierva de Jesús lo habría hecho de inmediato, pero había escuchado que el equipo de Amy se encontraba de viaje. Sin embargo, ante la insistencia de la niña, la llevó para que viera por sí misma que Amma no estaba allí. ¡Y cuál fue su sorpresa al toparse con Amy en la terraza tomando un poco de té!

La niña corrió a los brazos de Amy donde encontró lo que jamás había recibido: amor. Amy la aceptó bajo su techo, consciente de que los problemas no habían terminado. Al día siguiente, las mujeres del templo acudieron a reclamarla, pero Preena se mantuvo firme. Después de pleitos y amenazas, las mujeres del templo por fin se retiraron y Preena vivió con Amy.

Esta es una de las muchas historias que Amy contó. Ella fundó orfanatos para niños y niñas que crecieron amando a Jesús. También hubo quienes le causaron tristezas, pero ella confió en su Amado Señor, dejándole a él los resultados.

Amy comprendió el corazón de su Salvador al ejecutar esta obra por los más débiles de la humanidad























lunes, 18 de octubre de 2010

MISIONES. ORANDO POR MISIONES

Organízate con un grupo de amigos para interceder por una etnia o país durante 1 mes. Llámalos y envíales información para que mantengan el compromiso en las oraciones.
Realiza un calendario de oración escogiendo las etnias menos alcanzadas con el Evangelio y asignándole un día de la semana. Así oraras cada día por un motivo a lo largo de un mes o un año.

Adopta una etnia. Busca información de las creencias, la cultura y misiones que estén trabajando con este grupo.










Contáctate con una iglesia o agencia misionera que tenga misioneros en el campo. Escríbeles para que te envíen peticiones específicas para orar.

Investiga sobre un país del mundo: información social, política, económica y otros datos importantes. Márcalo en un mapa y cuélgalo en tu habitación para recordar orar cada noche.

Ordena un rincón de tu casa, decorándolo con fotografías, mapas o características de un país o continente. Actualizar los datos cada semana.



Navega en la Internet buscando información sobre las misiones. Hay muchos motivos por los que puedes orar. Si quieres información constante visita páginas como: http://www.comibam.com/ , http://www.hispanos.imb.org/ , http://www.operationworld.com/,  http://misionessim.org/ 

sábado, 9 de octubre de 2010

MISIONES. LA PEQUEÑA VELA

Erase una vez una pequeña vela que vivió feliz su infancia, hasta que cierto día le entró curiosidad en saber para qué servía ese hilito negro y finito que sobresalía de su cabeza. Una vela vieja le dijo que ese era su "cabo" y que servía para ser "encendida". Ser "encendida" ¿qué significaría eso?. La vela vieja también le dijo que era mejor que nunca lo supiese, porque era algo muy doloroso.

Nuestra pequeña vela, aunque no entendía de qué se trataba, y aún cuando le habían advertido que era algo doloroso, comenzó a soñar con ser encendida. Pronto, este sueño se convirtió en una obsesión. Hasta que por fin un día, "la Luz verdadera que ilumina a todo hombre", llegó con su presencia contagiosa y la iluminó, la encendió. Y nuestra vela se sintió feliz por haber recibido la luz que vence a las tinieblas y le da seguridad a los corazones.

Muy pronto se dio cuenta de que haber recibido la luz constituía no solo una alegría, sino también una fuerte exigencia… Sí. Tomó conciencia de que para que la luz perdurara en ella, tenía que alimentarla desde el interior, a través de un diario derretirse, de un permanente consumirse… Entonces su alegría cobró una dimensión más profunda, pues entendió que su misión era consumirse al servicio de la luz y aceptó con fuerte conciencia su nueva vocación.

A veces pensaba que hubiera sido más cómodo no haber recibido la luz, pues en vez de un diario derretirse, su vida hubiera sido un "estar ahí", tranquilamente. Hasta tuvo la tentación de no alimentar más la llama, de dejar morir la luz para no sentirse tan molesta.

También se dio cuenta de que en el mundo existen muchas corrientes de aire que buscan apagar la luz. Y a la exigencia que había aceptado de alimentar la luz desde el interior, se unió la llamada fuerte a defender la luz de ciertas corrientes de aire que circulan por el mundo.

Más aún: su luz le permitió mirar más fácilmente a su alrededor y alcanzó a darse cuenta de que existían muchas velas apagadas. Unas porque nunca habían tenido la oportunidad de recibir la luz. Otras, por miedo a derretirse. Las demás, porque no pudieron defenderse de algunas corrientes de aire. Y se preguntó muy preocupada: ¿Podré yo encender otras velas? Y, pensando, descubrió también su vocación de apóstol de la luz. Entonces se dedicó a encender velas, de todas las características, tamaños y edades, para que hubiera mucha luz en el mundo.

Cada día crecía su alegría y su esperanza, porque en su diario consumirse, encontraba velas por todas partes. Velas viejas, velas hombres, velas mujeres, velas jóvenes, velas recién nacidas…. Y todas bien encendidas.

Cuando presentía que se acercaba el final, porque se había consumido totalmente al servicio de la luz, identificándose con ella, dijo con voz muy fuerte y con profunda expresión de satisfacción en su rostro: ¡Cristo está vivo en mí!

miércoles, 6 de octubre de 2010

LIBRO SIN PALABRAS EN GLOBOS

1.- Entregar a cada niño un globo de color amarillo, deben reventarlo cuando el maestro lo indique. Antes de reventar el globo hablar sobre el significado del color amarillo según el libro sin palabras http://berean.org/bibleteacher/goldesp.html
Una vez que se desarrolló el concepto, ordenar reventar el globo, donde encontrarán el versículo bíblico que confirma lo que se ha dicho. Puede ser Jeremías 31:3, Juan 3:16a u otro que hable claramente del amor de Dios.

 
 
 
 
2,. Entregar a cada niño un globo de color oscuro (negro). Antes de reventar el globo hablar sobre el significado del color oscuro http://berean.org/bibleteacher/darkesp.html
Una vez que se desarrolló el concepto, entregar a cada niño una brocheta puntiaguda pintada de color rojo para reventar el globo oscuro, dentro encontrarán el texto que confirma lo que se ha dicho. Romanos 3:23






3.- Entregar a cada niño un globo de color rojo, recordar a los niños que lo que destruyó al globo oscuro fue algo de color rojo. Reventar de inmediato el globo, dentro encontrarán una cruz y una tumba vacía. Explicar el significado de este color http://berean.org/bibleteacher/redesp.html  Llevar visualizado 1 Corintios 15:3y4.

 
 
 
 
 
 
4.- Entregar a cada niño un globo de color blanco (limpio), este globo no se reventará, explicar el color blanco (limpio) http://berean.org/bibleteacher/cleanesp.html
Hacer la invitación para aceptar a Cristo, (si tienes la posibilidad de hacerlo en grupos pequeños, es lo ideal)







5.- Este paso solo se hace con los que decidieron aceptar a Cristo, el maestro debe inflar un gran globo verde, el que tendrá previamente escrito los tips que indican lo que debe hacer un hijo de Dios http://berean.org/bibleteacher/greenesp.html








Consejos:
Tener los globos en bolsas de basura negras para que no se vea el color que sigue.
La idea es presentar la lección como una actividad, donde será necesaria la participación de todos.
Si no cuentas con personas que te ayuden en el momento de la invitación a aceptar a Cristo, presenta la actividad solo hasta el color blanco y haces la invitación a aquellos que quieran a aceptar a Cristo para que se queden al finalizar la clase. Puedes pedir que cierren los ojos y que levanten la mano aquellos que desean hacerlo, así sabrás quienes desean quedarse al finalizar la clase. Luego una vez que los que aceptaron a Cristo terminaron de hacer su oración, explicas el color verde.

MISIONES. EL HELADO MISIONERO


Aurora, una chica pelirroja y la nariz llena de pecas, fue en compañía de sus compañeros de escuela dominical a ver las diapositivas a todo color en casa de la señorita Elena.
La sala estaba medio oscura y las diapositivas se proyectaron en una pantalla grande, mientras que el misionero que estaba hablando explicaba el significado de cada una. Los niños vieron a los africanos, también vieron elefantes, monos, un pueblo hecho de pajas.

En una de las diapositivas se veía como los africanos rendían culto a los demonios. Vieron como los niños corrían asustados al ver a los misioneros que deseaban hablar con ellos del Señor Jesús.
A medida que avanzaban las diapositivas, Aurora comenzó a sentir que algo en ella estaba cambiando, no era su apariencia, sino que algo sucedía en su corazón.
Aurora seguía sintiendo esa sensación dentro de ella. ¿Alguien había mencionado su nombre? Miró a su alrededor, pero todo el mundo estaba mirando la pantalla. ¡La voz vino desde el interior de su corazón!, pero aún así era real.
-Aurora, ¡tú me perteneces! Yo te he elegido para ser mi mensajero, para decirle a otros como pueden ir al cielo.
Aurora sentía su corazón latiendo a toda prisa, tanto así que apenas escuchaba el mensaje del misionero.
Después de cantar el coro de despedida, corrió en compañía de otros niños.
Al volver a casa, Aurora se dio cuenta de que alguien caminaba delante de ella. Podía ver muy bien las sandalias destrozadas “pift, poft, pift, poft”. También vio grandes agujeros en los calcetines, la falda morada sucia y la blusa roja desteñida.
Aurora conocía a la chica, era Lidia, sin embargo no sabía porque se sentía tan emocionada y feliz al verla.
-Aló, ¡Aurora!
El corazón de Aurora saltó de alegría, ella sabía que la voz era de Jaime.
-Sabes Jaime – Exclamó Aurora – Voy a ser misionera
-¿Sí? – Jaime siguió caminando, con las manos en los bolsillos.
-¿No crees que es algo maravilloso? – preguntó Aurora, algo decepcionada.
- Sí… Es bueno
Aurora se paró mirando al muchacho.
-No pareces muy entusiasmado
-Bueno… - Murmuró
- ¿Cuándo vas a comenzar?
Por casualidad o no, Jaime se volvió hacia la Avenida Buena Vista, Lidia caminaba sola, como siempre. Aurora levantó la cabeza muy orgullosa. No le agradaba Lidia, que generalmente usaba ropa vieja y casi siempre con el cuello sucio. Tenía el pelo mal cortado y pegajoso. Nadie en toda la escuela quería ser su amigo.
-Jesús debe amar a Lidia también, ¿No te parece? – observó Jaime.
Después de la cena de esa noche, Aurora no podía hacer su tarea, Se preguntó sobre lo que había sucedido. Realmente Dios la estaba llamando para ser su mensajero, había sido claro.
-¿Acaso Dios querrá que comience con Lidia?
Aurora dejo a un lado sus libros
Sacó del cajón una alcancía donde guardaba su dinero y comenzó a tomar algunas monedas.
-¿Son para dulces?- preguntó la mamá
-¡Helado Misionero!
Aurora tomó las monedas y fue a casa de Lidia, estaba en un barrio pobre, la casa casi se estaba cayendo.
Lidia abrió la puerta.
-¿Qué quieres? – le preguntó a Aurora
-Emmm… Es esto, ¿Quieres venir conmigo? – Lo dijo, con el deseo de ser su amiga.
-No tengo dinero para comprar un helado.
A Aurora las palabras no le salían con facilidad, extendió la mano que estaba por el nerviosismo y le mostró el dinero.
Lidia tenía un aire de indiferencia, pero siguió a Aurora por el helado.
El vendedor era un italiano, quien sonriendo le sirvió un helado de fresa.

Lidia tomó su helado.
-Descansemos un poco Lidia – sugirió Aurora, y ambas se sentaron al borde de la acera frente a la casa de Lidia.
Habían niños jugando y gritando en la calle, Lidia no les prestaba atención.
Lidia chupó el cono de helado por todos lados, se lo acabó a mordiscos, se chupó los dedos y se quedó mirando el helado de Aurora.
Aurora se dio cuenta de que Lidia quería su helado, extendió su mano y se lo ofreció a Lidia- ¿Lo quieres?, ¡estoy satisfecha! Dijo Aurora. Lidia aceptó inmediatamente el helado y se lo acabó en un instante.
-Este debe ser el momento para que comience a hablarle de Jesús. – Fue el pensamiento de Aurora.
Y comenzó a hablarle como Dios los amaba a todos.
-¡Mentira! – gritó Lidia.
Aurora la miró con la boca abierta.
-Puede ser que Dios ame a los demás – dijo molesta Lidia.
-¡Pero a mí no! ¡Sé que nadie me quiere! – dijo Lidia.
-¿Quieres salvarme, como si yo fuera uno de los africanos que cree en otros dioses? Es por eso que me compraste un helado, ¡pero debes saber que yo no soy como lo africanos! – Le dijo aún más furiosa
-Ya no tendrás que traer más tu cara llena de pecas a este barrio, ¿sabes?
-¡Tu cara llena de pecas! - Dijo Lidia, muy alterada.
Lidia, sacudió sus trenzas hacia atrás, se levantó y se fue.
Tal vez por las lagrimas que habían en sus ojos no podía ver bien el camino y terminó chocando con alguien en la esquina.
Era la señorita Elena, la misionera.
Aurora tenía que decirle a alguien lo que había sucedido. Sus labios temblaban, su voz estaba quebrada.
Sin embargo la señorita Elena le dijo que Dios había hablado a su corazón, incluso sobre Lidia y el helado misionero.
Se tomaron de la mano y caminaron juntas por la calle.
-Una vez en África, dijo la señorita Elena, alguien puso en mi mano una piedra sucia. Nunca me imagine que se trataba de un diamante, valía mucho dinero. Solo debía ser limpiado y pulido.
-¿Has pensado que Lidia, quizás sea un diamante de Dios?
-Lidia, ¿Un diamante? – Aurora se río un poco, pero se sintió un poco más reconfortada. Aurora realmente amaba a Jesús y se preguntó cómo sería ganar un “diamante” de Él.
Al día siguiente, Aurora y Lidia se encontraron en la escuela, Lidia tan mal vestida y sola como siempre. Aurora le sonrió para saludarla, pero Lidia esquivó su mirada. Ese día los niños comenzaban a ensayar para el desfile.
Cuando sonó la campana todos salieron de sus salas.
Mientras que la banda se estaba preparando, los niños comenzaron a hacer filas para marchar de dos en dos.
-¡El día es idea para marchar! – susurró Sara, quien era la pareja de Aurora.
El director inspeccionaba la fila y se detuvo frente a Lidia preguntándole:
-¿Quién va a marchar con usted Lidia?

Lidia estaba sola y mirando al suelo, sus manos temblaban. Aurora dio una rápida mirada y señaló que Ana también estaba sola.
-¡Ana! – susurró Lidia – y le hizo una señal para que tomara su lugar.
Aurora se pudo al lado de Lidia. La sangre se le agolpó en la cara a Lidia.
Aurora le tomó la mano, tomándola bien apretada.
Aurora estaba ya en casa preparándose para dormir, cuando su tío Eduardo la llamó y le dijo:
-¿Hay alguien por ahí que quiere hablar contigo?
Aurora corrió por las escaleras, corrió por la sala y miró por la ventana, pero no pudo ver a nadie. De pronto una pequeña cabeza se asomó por encima de la otra puerta, pero desapareció.
Aurora salió corriendo, pero cuando llegó a la puerta, Lidia también había corrido por la calle.
-¡Lidia, espera! – gritó Aurora.
Lidia se detuvo y regresó lentamente.

Sobre el rostro de Lidia caían gruesas lágrimas.
-¿Qué? - Preguntó Lidia
-No te vayas – dijo Aurora
Lidia movía sus pies, retorcía sus dedos en su falda.
-¿Por qué hiciste eso? – balbuceó Lidia
-Porque me agradas Lidia – respondió Aurora
Lidia tomó una piedra.
-¿Crees… realmente crees… Crees que Dios me ama?
Ahí mismo Aurora le dijo, cuanto Dios la amaba, como había dado a su único hijo para salvarla.
Le explicó que Jesús murió en el calvario en su lugar, tomando el castigo que ella merecía como pecador.
Después de explicar todo esto, Aurora dijo:
-¿Tú quiere abrir tu corazón a Jesús para que sea tu Salvador?
-Sí – respondió Lidia
Y así fue como Aurora con un helado misionero, ganó un “diamante” de Jesús y se convirtió en una verdadera misionera.
¿Qué desea Dios de ti, hoy?
Dios desea que ames a otros niños, ricos, pobres, limpios y sucios. Tal vez tú puedes ofrecer un helado misionero, o lo zapatos que ya no usas, o tal vez no cuentas con dinero, pero puedes ofrecer una sonrisa a tus amigos.
Hay muchos niños tristes, solos y necesitados.
Trata de hablarles de Cristo, porque ellos también son “diamantes”, piedras preciosas, por quienes el Señor Jesús murió.
Y serás un(a) autentico(a) misionero(a) como lo fue Aurora.